jueves, 11 de junio de 2009

.::Carta a las Humanidades que estudian Ciencias en algún Colegio::.

Hola Trista:
Hace meses que no te escribía, se que estás acostumbrada a recibir mis quejas y
berrinches. Yo al menos lo estaba.
Hacen falta solo un par de días para que el mes termine. Me conoces, siempre espero
que los meses terminen. Así como han terminado los últimos nueve meses que he estado
en esta escuela, disfrutando de mi insistente existencia.

Leyendo tus cartas, recordé lo que era mi vida en antiguas escuelas, recordé lo que era
de mi y digo era, porque he cambiado a magnitudes industriales. Se dice que las
personas no cambian, sería más exacto decir que se degeneran un poco mas. Tal vez soy un
degenerado a baja escala, ¿No lo crees?...yo tampoco.
Siempre se sigue conservando la esencia, el espíritu de una persona, pero el cambio es
necesario e involuntario. Adaptación.
De ahí nace el motivo de esta redacción. No sé si aún recuerdas cuando, en una de tus
cartas, me preguntaste el porqué de mi continuo cambio de escuela hasta llegar a la
Morelos. Pues bien, todo se reduce a adaptación, a entender y a saberse entendido.
Las escuelas son un mar de gente, un mar de imágenes y una fuente inagotable de ideas
en un eterno debate...o solían serlo.
En las últimas escuelas a las que asistí todo era sistemático, complejo, limitado y perfecto.
Eran clones etiquetados como maniquíes en un almacén. Cada tarde, al salir de clase, la monotonía de mis pasos podían platicarte lo apurado que estaba por llegar a casa, abrir la puerta, mirar la pared, a escuchar sonidos aburridos, a esperar esa llamada...a hacer lo mismo...
Pero aquí no, no en mi escuela. Aquí todo se asemeja mas a una utopía estudiantil; una comunidad de individuos que pueden ver las cosas desde mi perspectiva sin perder la suya.
Tan solo basta sentarse en un pasillo, dejar mochila, tarea y prejuicios a un lado y
comenzar a observar. Siempre hay algo que ver; todo está lleno de matices, de formas, de sonidos, de músicos, pintores, escritores, informáticos, ociosos, marginados sociales, alcohólicos, cafeinómanos, deportistas, drogadictos y gente tan genérica que no es difícil para la mente humana promedio asimilarlos.
Mi escuela es un mundo, y su población es proporcional al de la vida real. Pero aquí no
hay cajitas plásticas envueltas en un código de barras y uniforme, no tenemos
sobrepoblación de marcas registradas en cada salón y no tenemos, hasta donde sé, ningún estereotipo escolar impuesto.

Es como entrar a una de esas burbujas donde el espacio tiempo se sincroniza con la
percepción de la realidad de cada uno de los habitantes.
¿Recuerdas el árbol, justo a la entrada, donde siempre me encontrabas?. Sí, sigue ahí,
siguen los mismos fumadores (con alguna u otra nueva adquisición) al borde de un cataclismo existencial causado por algún trabajo final que caduca en una hora.
Pero claro, siempre dejando a un lado esa necesidad de estresarse por tareas inconclusas que por tradición, se entregan en hojas de cuaderno, comenzadas con pluma y terminadas con lápiz para dar lugar a un poco de humo y ocio.

También recuerdo el día que pasaste fugazmente de visita y descubriste que el piso de los pasillos era cómodo al grado de causar somnolencia...ya no dejan dormir en los pasillos, pero las bancas aún están libres de impuestos.

Como dije, todo es cuestión de adaptarse. Y me eh adaptado bastante bien a esta, mi
escuela.
En fin, ojalá esto conteste tu pregunta. Me despido, mañana tengo clases y, por mas que
me guste el ambiente, levantarse temprano no deja de ser un fastidio. Espero verte
pronto.

Atte: Wallas

1 comentario:

Anónimo dijo...

Todo se ve tan distinto a como se veia desde el colegio; mi burbuja personalizada es el RA, y eso me ha ayudado mucho... lo unico que te puedo recomendar, y perdon por entrometerme y aconsejarte algo que no has pedido, es que no te acostumbres demasiado, yo entré en pánico cuando se reventó la burbuja.