jueves, 30 de julio de 2009

.::Viaje Lisérgico #1::.

Cuando las luces dejaron de hablarme, comencé a moverme al ritmo de un beat casi hipnótico. El láser disparado al horizonte rebotaba entre la gente y el paisaje, dando la impresión de un cielo que bailaba entre las nubes y el universo.
Dejé de moverme para contemplar aquel escenario nocturno y fue cuando noté que estaba dejando de existir; mis manos se convertían en polvo y se fundían con la luz roja proyectada sobre mí.

Yo era el amanecer.

martes, 28 de julio de 2009

.::Aprendan::.


Pura actitud, gente.

sábado, 25 de julio de 2009

¿Alguna vez han llevado serenata?

No, no me refiero a llevar un carro y prender el estéreo con la rolita “romance pop” del momento. Hablo de llegar a su ventana guitarra en mano y que el nerviosismo se viese delatado en lo trémula de tu voz, pasar días escogiendo la rolita y otros más memorizándola. Aprendiendo cada acorde, cada pausa, para que llegar más allá de sus oídos…cantar apuntando al corazón.
Cantar hasta que aparezca en su ventana, cantar hasta tenerla en tus brazos y oler su cabello, memorizar ese aroma a luna y rocío que hospeda su piel y abrazarla como si de la nada fuese a convertirse en humo.
Besarla y sentir el frío del sereno en sus labios, sentir la electricidad entre el suelo y sus ojos, una energía casi tangible sólo esa noche.

Una noche de música y un poco de sinceridad.

¿Ustedes que canción usarían para una sereneta?

sábado, 11 de julio de 2009

.::Un sueño es sepia::.

Abrí una puerta que tenía algo así como un sello postal y daba hacia un enorme campo de trigo que llegaba poco arriba de mis rodillas. A lo lejos, se distinguía un árbol teñido de rojo y de una de sus ramas colgaba un columpio. Ahí estabas tú, sentada, con el sol a medio rostro. Caminé con paso hipnótico sin decir palabra alguna. Sonreíste, cerraste un ojo y desperté.

lunes, 6 de julio de 2009

.::Cosas infinitas::.

Y ahí estábamos, tu sentada y recargada contra la pared, yo acostado en el piso viendo tu rostro contra la luz de un farol callejero.

Hablamos de tantas cosas que incluso el aliento nos faltó en algunas ocasiones. Debo confesar que me costaba entender lo que decías pues, aunque ya habían pasado más de tres días desde nuestro primer encuentro, seguía deslumbrado por ese sutil contraste entre el color de tus ojos y el de tu piel.
Me perdía continuamente en tus labios, pensando si eran de seda o si era posible que la piel pudiese llegar a ser tan suave y adoré secretamente el aroma de tus hombros; a madera, a caoba en pleno octubre.