Cuando las luces dejaron de hablarme, comencé a moverme al ritmo de un beat casi hipnótico. El láser disparado al horizonte rebotaba entre la gente y el paisaje, dando la impresión de un cielo que bailaba entre las nubes y el universo.
Dejé de moverme para contemplar aquel escenario nocturno y fue cuando noté que estaba dejando de existir; mis manos se convertían en polvo y se fundían con la luz roja proyectada sobre mí.
Yo era el amanecer.
jueves, 30 de julio de 2009
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1 comentario:
Exquisito como el amor. Asi es el LSD. Y asi me parecio este breve pero substancial relato que me ha dicho tantas cosas.
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