Voy a ser papá::.

Mentí, pero igual sigue leyendo:

Hace poco oí que alguien preguntaba que si para escribir una canción de amor habría que estar enamorado, o para una canción triste habría que estar deprimidos. La verdad, nunca lo había pensado.
Yo digo que uno, como compositor, escribe de lo que sabe, lo que ha vivido, disfrutado y sufrido por igual. Creo que hay veces que pasa algo que nos provoca tanta felicidad o melancolía, que nuestro cuerpo no lo soporta y lo elimina a través de un estornudo casi involuntario que termina plasmado en un papel.
Pero ¿Qué pasa cuando tienes un revoltijo de ideas y sentimientos? ¿Creas un híbrido amorfo? Palabras y sonidos difíciles de interpretar...¿Te vuelves un genio para terceros?.
Incluso se podría malinterpretar una palabra y transformar ese estornudo de felicidad en algo enfermo y torcido.
Es decir; ¿Qué tan extremista debe ser la experiencia como para que una canción sea pura melancolía, o solo euforia o remordimiento?.
¿Afectará el orden de las palabras al resultado deseado? O por lo menos ¿Se tendrá en mente un resultado deseado?.
En el momento en que me puse a divagar sobre estas cosas, comencé a preguntarme ¿Qué tanto de mi hay en mis canciones y que tanto es relleno?
Pocos son los que notan todo este dilema existencial entre un compositor y sus herramientas de trabajo...y por lo regular, quienes no tienen ni idea escuchan esto, esto o esto.
Sí, lo sé, es triste saber como es que sobran canciones y obras que valgen más de lo que cobran.