.::Viaje Lisérgico #2::.

El horizonte avisaba un nuevo día y las estrellas comenzaron a ceder ante el láser ultravioleta que se disparaba de las montañas, poco a poco, los luceros que permanecían inertes en la bóveda azul-grisácea, comenzaron a despertar y emprender su vuelo, ya no existían estrellas; ahora sólo eran pájaros, pequeños emplumados descendiendo a la tierra para alimentarse, traer vida y después, al caer la noche, volver a sus nidos allá en lo alto, donde forman sus constelaciones y donde nunca envejecen.
Todo estaba vestido de azules, como cubetazos de pintura de distintas tonalidades escurriendo una capa sobre su antecesora. De pronto, alguien dejó caer una gota de tinta negra sobre el cielo, como esperando, deseando, que regresara la noche…lo único que se consiguió fue el nacimiento de nubes, enormes nubes que avisaban lluvia y ahuyentaban al sol. O por lo menos eso intentaban.
La noche no regresó mientras estuve ahí parado. En cambio, sentí el abrazador calor del sol y lo vi directo a los ojos, vi como se reía de mi el desgraciado y me mostraba lo insignificante que era yo para él.
Tonos violetas y verdes adornaron mi estancia para hacer más cómoda mi espera, por fin el sol salió de entre las manchas de tinta y se posó en su trono, allá en las montañas.
Nunca he hablado con el amanecer, ni él conmigo…pero en algún momento entre esa transición del día a la noche, sé que me deseó un feliz cumpleaños.